Cuando nos veremos con amor y sin prejuicios y entenderemos que el mundo está cambiando y la realida
- Fuente: http://menoscanas.blogspot.com
- 5 jun 2015
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El amor debe verse así...

Foto: Cromosomax.com
La primera noche en Madrid, luego de desempacar las dos maletas, darme un duchazo y reconocer los rincones del nuevo hogar, salí a pasear por la ciudad. Cogí el mapa de bolsillo, el celular recién comprado para utilizar el ‘google maps’ (nunca confiaré en mi inteligencia espacial), la cartera y las llaves. Llegué a la estación y esperé a que llegara el metro. Vi, al otro lado del andén, a una pareja. Ambos vestidos de invierno crudo. Cubiertos hasta los ojos: bufanda, guantes, chompas, sacos, gorras. Apenas pude percibir sus ojos tras las capas de lana y algodón que los cubrían. Iban de la mano. Recuerdo haber pensado “el amor debe verse así”.
Algunas semanas después, rumbo a la universidad, me topé en el metro con otra pareja. Ambos conversando con el usualmente elevado timbre de voz madrileño. Hablaban de “Birdman”, las escenas que más les habían gustado y el aparentemente redescubrimiento del talento de Keaton. Se acariciaban las palmas de cuando en cuando, se miraban como por vez primera, se sonreían nerviosamente, como cuando recién cedes a la aventura de dejarte acompañar por alguien. Recuerdo haber pensado “el amor debe verse así”.
Poco después, caminando por Sol, me topé con otra pareja. Eran mayores. Calculo que tendrían más de cincuenta años cada uno. Su andar de la mano era distinto. Se cogían sólo un par de dedos al caminar. Eso bastaba para acompañarse. Uno fumaba, el otro tenía puestos los lentes de sol y llevaba en la mano izquierda la cadena con la que sujetaba a un perro cuya raza desconozco. Pocas veces he visto una imagen cotidiana que muestre tanta complicidad. Tenían en el rostro las marcas de las luchas ganadas. Las arrugas que narran las victorias. Recuerdo haber pensado “el amor debe verse así”.
Un sábado en la noche, al regresar de tomar unas cervezas con los amigos, me encontré con una escena de pasión absoluta. Ella tenía el cabello largo, lacio y muy negro. Es todo lo que vi de ella. La otra llevaba puesta una falda de vuelos y zapatos de tacón que yo y mi equilibrio nunca hubiéramos podido dominar. Se besaban como si el fin del mundo estuviera próximo. Dejaron pasar el metro que me llevó a casa. Las vi mientras partía a través de las ventanas. Ahí, en la estación de ‘La latina’ dos mujeres se entregaban al amor con tanta pasión que sonreí con envidia sana. Recuerdo haber pensado “el amor debe verse así”.
En Madrid me he topado, más de una vez, con parejas que en Perú serían juzgadas sólo por andar de la mano, mirarse con amor o vestirse de determinada manera. Aquí nada es perfecto, ojo, pero por lo menos es justo. Todavía hay un grueso de la sociedad española que mira con ojos conservadores a estas parejas y busca limitar con sus cánones al resto del mundo, pero la ley se los impide. El amor, entonces, no se viste de “corrección religiosa”, sino de justicia y de igualdad. El matrimonio homosexual se legalizó en julio del2005 (¡hace una década!) y se estima, aunque la cifra debe ser mayor, que han contraído matrimonio aproximadamente 30 mil parejas homosexuales. Una década después, en el Perú se debate nuevamente la Unión Civil que ni siquiera (hay que decirlo) es equivalente al matrimonio homosexual y los argumentos conservadores y falaces.
Ayer, me topé en el metro con una niña y su madre. Frente a ellas, una pareja de dos hombres de menos de 30 años conversaban y se tomaban de la mano. Ninguna de las dos se inmutó. Ni la madre se alteró, ni la niña se dio por sorprendida frente a una muestra de amor que es lo más natural del mundo. Y entonces ocurrió algo que me quedó en la memoria. En una de las barandas del metro había un diario de esos que reparten gratuitamente en las estaciones de Madrid. Como era de esperar, el diario cayó al suelo en una curva. La niña lo recogió y lo puso exactamente en el lugar del cual se había caído. La madre le dijo “ponlo mejor en ese asiento” a lo que la niña respondió “pero aquí fue donde lo encontré”. La madre le dijo entonces “no siempre donde encontramos las cosas es donde mejor están”.
El mundo hay que cambiarlo para que sea mejor. La aprobación de la unión civil en el Perú es un micro-paso para que ese cambio a favor de la igualdad se vaya dando. Señores congresistas, dejen de discutir desde la palestra de sus escaños con argumentos de un mundo de fantasía. Pisen la realidad que es suficientemente bella como para notar que hay amor y que ese amor debe ser legal para todxs. Queremos un futuro donde seamos iguales ante todo. Empecemos por ser iguales ante la ley. Si lo que queremos es una sociedad menos violenta, nos hace falta amor. Y el amor se vive así: sin género de por medio. Trasciende el cuerpo y un día cualquiera te toma de la mano.
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